Homilía en la fiesta de Juan Pablo II

Posted by P. Carlos Walker, IVE on octubre 23, 2015
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Homilía dada en la Misa en honor a Juan Pablo II, el 22 de setiembre de 2015, en el altar de la cátedra en la Basílica de San Pedro.

(EnglishItaliano)

El día en que el Papa Francisco canonizó a Juan Pablo II, lo asoció a la familia. “San Juan Pablo II – dijo –  Fue el Papa de la familia. Fue él mismo quien lo dijo, “Después de mi muerte, deseo ser recordado como el Papa de la familia”[1].

En el contexto de la celebración del Sínodo sobre la familia, quisiera hablar un poco de algunas ideas de nuestro querido San Juan Pablo II precisamente en relación a la familia.

En su libro Don y misterio, Juan Pablo II hablaba de la profunda influencia que su familia tuvo sobre él desde su niñez. Y hablaba de su propia familia como de su “primer seminario”:

“La preparación para el sacerdocio, recibida en el seminario, fue de algún modo precedida por la que me ofrecieron mis padres con su vida y su ejemplo en familia”.

Y se explayaba más sobre su relación con su padre, a quien consideró su educador religioso más influyente, por su enseñanza y ejemplo[2]:

“Mi reconocimiento es sobre todo para mi padre, que enviudó muy pronto. […] Después de su muerte [de su madre] y, a continuación, después de la muerte de mi hermano mayor, quedé sólo con mi padre que era un hombre profundamente religioso. Podía observar cotidianamente su vida, que era muy austera. Era militar de profesión y, cuando enviudó, su vida fue de constante oración. Sucedía a veces que me despertaba de noche y encontraba a mi padre arrodillado, igual que lo veía siempre en la iglesia parroquial. Entre nosotros no se hablaba de vocación al sacerdocio, pero su ejemplo fue para mí en cierto modo el primer seminario, una especie de seminario doméstico” (Don y misterio).

Este testimonio sobre el joven Karol Wojtyla es sumamente sugestivo. ¿Quién hubiera dicho a su padre que su hijo sería un día nada menos que San Juan Pablo II, el Papa Magno, un hombre de una influencia tan trascendente para la Iglesia y el mundo?

El siguiente texto, de la exhortación Familiaris Consortio, parecía manifestar lo que el mismo Papa había vivido en carne propia en su infancia y juventud:

“En virtud del ministerio de la educación, los padres, mediante el testimonio de su vida, son los primeros mensajeros del Evangelio ante los hijos. Es más, rezando con los hijos, dedicándose con ellos a la lectura de la Palabra de Dios e introduciéndolos en la intimidad del Cuerpo —eucarístico y eclesial— de Cristo mediante la iniciación cristiana, llegan a ser plenamente padres, es decir, engendradores no sólo de la vida corporal, sino también de aquella que, mediante la renovación del Espíritu, brota de la Cruz y Resurrección de Cristo.” (FC 39).

Santo Tomás de Aquino, de hecho, habla de la familia como de un “cierto útero espiritual” (S. Th. II-II, q. 10, a. 12). Es en el seno de la familia donde por disposición divina normalmente se reciben y se absorben los valores cristianos. Es allí donde estos valores se van adquiriendo, como por ósmosis, por lo que se puede observar a través de los buenos ejemplos, incluso más que por lo que se escucha, como cuenta Juan Pablo II respecto de su propio padre.

En Familiaris consortio Papa dice incluso que la familia cristiana no sólo forma hijos de Dios sino que llega a decir que es “el primer y mejor seminario”:

“La familia debe formar a los hijos para la vida, de manera que cada uno cumpla en plenitud su cometido, de acuerdo con la vocación recibida de Dios. Efectivamente, la familia que está abierta a los valores transcendentes […]  y es consciente de su cotidiana participación en el misterio de la cruz gloriosa de Cristo, se convierte en el primero y mejor seminario de vocaciones a la vida consagrada” (FC 53).

Estas palabras tienen mucho peso y son de una gran actualidad. En efecto, en medio del materialismo craso que nos toca vivir en la sociedad actual, donde Dios muchas veces es negado y opuesto en forma sistemática, las familias tienen un papel semejante a un “invernadero”, en el cual las plantas son protegidas del frío. Siguiendo al Concilio, Juan Pablo II llama a la familia “iglesia doméstica”[3], donde se aprenden las virtudes y se neutralizan las influencias negativas del mundo.

En este útero espiritual, “Todos los miembros de la familia, cada uno según su propio don, tienen la gracia y la responsabilidad de construir, día a día, la comunión de las personas”… donde se da “un intercambio educativo entre padres e hijos, en que cada uno da y recibe. Mediante el amor, el respeto, la obediencia a los padres” (FC n. 21).

Estas realidades, que nosotros hemos experimentado en nuestras mismas familias, se verifican también en la familia religiosa. Si Santo Tomás habla de la familia como de un útero espiritual, esta imagen se podría aplicar análogamente a la propia congregación, a la familia religiosa a la cual pertenecemos:

“En  nombre  de  Cristo  queremos  constituir  una  familia  religiosa  en  la  que  sus miembros estén dispuestos a vivir, con toda radicalidad  las exigencias de  la Encarnación y de la  Cruz, del Sermón de la  Montaña  y de la  Última Cena. Donde se puedan  vivir  los anonadamientos de Nazaret y del Calvario, donde se entre en las confidencias del Tabor y de Getsemaní. Donde se experimente la paternidad del Padre, la hermandad del Hijo y  la inhabitación  del  Espíritu  Santo,  amándonos  de  tal  manera  los  unos  a los  otros  por  ser hijos  del  mismo  Padre,  hermanos  del  mismo  Hijo  y  templos  del  mismo  Espíritu  Santo, que formemos un solo corazón y una sola alma (At 4,32)”. (Cost. n. 20).

La Congregación, nuestra querida familia religiosa ¿no es acaso nuestra madre, que nos engendró a la vida espiritual?

Es allí donde Dios nos ha llamado, convocándonos de un modo particular desde tantos rincones de la tierra, con una misión común que cumplir.

Es allí donde recibimos los medios sobrenaturales para nuestro desarrollo espiritual. La Congregación, como verdadera madre, nos alimenta con los medios de la gracia y nos instruye en nuestra vida espiritual. Es la madre que nos forma, es allí donde hemos conocido el Magisterio bimilenario de la Iglesia, a Santo Tomás, los doctores y santos de todos los tiempos. Y que nos ha enseñado a amar de un modo especial las “tres cosas blancas”: la Eucaristía, la Virgen y el Papa.

Es allí donde, mediante un estilo propio de vida, de acuerdo a nuestro carisma, nos ayudamos y enardecemos mutuamente en la búsqueda de la santidad (cf. Const. n. 92).

Es de nuestros hermanos y hermanas que recibimos constantemente – como por ósmosis – el buen ejemplo y el estímulo para practicar la virtud en el seguimiento de nuestro llamado y en el cumplimiento de nuestra misión.

Esta realidad crea lazos incalculablemente profundos, ya que “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?”, pregunta Nuestro Señor, “quienquiera que hiciere la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mt 12,59). Es decir, hace de nosotros “un solo corazón y una sola alma” (At 4,32).

Es por esto, por motivos teologales, y no por razones accidentales o folklóricas, que tenemos un amor tan profundo por nuestra familia religiosa.

Pienso en este momento en nuestros padres y hermanas en Medio Oriente, quienes aún en medio de una guerra prolongada y tan sangrienta, rodeados de tantos peligros, solo piden quedar para continuar su misión con su gente.

Pienso en los padres y hermanas que se dedican a las obras de caridad, cuidando a Cristo en los pobres y enfermos. En particular, en nuestras hermanas que atienden leprosarios en circunstancias extremadamente difíciles.

Pienso en nuestros misioneros y misioneras en las selvas de Guyana, Papúa y África.

Pienso en quienes misionan en las estepas de Rusia, y entre los musulmanes en Asia Central.

Pienso en quienes trabajan en los climas gélidos del norte, y en las alturas del altiplano en el sur.

No puedo dejar de pensar en quienes se preparan para misionar en la gran nación China.

Pienso en quienes sirven a Cristo entre los pobres y marginados de las grandes ciudades modernas.

Pienso en quienes tratan de anunciar a Cristo entre los agnósticos y hostiles del mundo cristofóbico.

Pienso en los contemplativos y las contemplativas, que escondidos en el claustro, se ofrecen y ofrecen sus plegarias por nosotros, haciendo de sus vidas una oblación continuada.

Pienso en nuestros seminaristas y en nuestras hermanas que, de nuestros centros de formación, no sueñan en otra cosa que en ir a una misión. Pienso en los novicios y novicias, en los seminaristas menores y en las aspirantes.

Pienso en los hermanos, que con humildad sirven a los demás en forma oculta.

Pienso en los religiosos enfermos, que nos atraen la gracia de Dios. Pienso en los minusválidos y huérfanos de nuestros hogares.

Pienso en todos nuestros queridos difuntos, que interceden por nosotros y nos esperan en la Patria…

Pienso en nuestras familias. Se ha dicho con razón que la fuerza de nuestra familia religiosa reside en gran medida en las familias de nuestros religiosos, por su fidelidad a Dios, por su testimonio de oración y compromiso para con la Iglesia y nuestros Institutos.

¡Esta es nuestra madre, nuestra querida familia, a la cual pertenecemos y en la cual queremos morir, porque nos ha dado a luz y nos conduce a la patria celeste!

Es la madre que amamos, porque además la Escritura nos amonesta: “maldito del Señor quien irrita a su madre” (Ec 3,16).

Hoy hacemos nuestra la plegaria de los mártires de Barbastro:

“Yo gritaré con toda la fuerza de mis pulmones, y en nuestros clamores entusiastas adivina tú, Congregación querida, el amor que te tenemos, pues te llevamos en nuestros recuerdos hasta estas regiones de dolor sin Cristo […] ¡Querida Congregación! Tus hijos, misioneros por todo el mundo, te saludan desde el destierro y te ofrecen sus dolorosas angustias en holocausto expiatorio por nuestras deficiencias y en testimonio de nuestro amor fiel, generoso y perpetuo. ¡Viva la Congregación! Y cuando nos toque partir, diremos: Adiós, querido Instituto. Vamos al cielo a rogar por ti. ¡Adiós! ¡Adiós!”.

El Papa de la Familia, San Juan Pablo II, es el Padre de nuestra familia religiosa. Pidámosle hoy especialmente por nuestra familia religiosa. Pidamos por todos los que nos han hecho bien o mal. Pidámosle por todas nuestras familias.

“Que la Virgen María, como es Madre de la Iglesia, sea también Madre de la «Iglesia doméstica»” (FC 85)

[1] Papa Francisco: homilía de canonización de Juan Pablo II 27-IV-14.

[2] cf. George Weigel, Witness to Hope, 1999, pp. 31-32.

[3] Cf. Familiaris Consortio n. 21; Lumen Gentium n. 11.

Circular con ocasión del Sínodo de las Familias

Posted by P. Carlos Walker, IVE on octubre 03, 2015
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Audiencia con el Papa Francisco

Posted by P. Carlos Walker, IVE on noviembre 25, 2014
Irak, Papa Francisco / Comentarios desactivados en Audiencia con el Papa Francisco

El P. Jorge Cortés, misionero del IVE en Irak, fue recibido, junto al P. Carlos Walker, superior general del IVE, en audiencia privada por el Santo Padre Francisco el sábado 15 de noviembre.

El P. Jorge así relató el encuentro:

El Papa nos recibió de pie, muy cerquita de la puerta por la cual habíamos ingresado. Después de que nosotros hiciésemos genuflexión y besáramos su anillo, agradeció la labor que estamos haciendo en Irak. Yo le dije que los agradecidos éramos nosotros, le agradecíamos su preocupación e interés en la búsqueda de la paz, y sus exhortaciones. Me preguntó por los peligros, le respondí que en toda misión había peligros y que en Irak se agregaba el hecho de la guerra. Dijo que esa misma mañana había estado el obispo de Mosul. Le preguntó al padre Walker cuántos novicios había, y el Padre le respondió que eran unos 80. El Papa le preguntó cuántos sacerdotes de la Congregación estaban en Medio Oriente y Egipto y el Padre le fue nombrando por países la cantidad; entonces el Papa dijo: “¡sigan adelante!!!… y a no aflojar!!”. Luego el P. Walker agregó que nosotros habíamos pedido expresamente por escrito quedarnos allí por la gente, no obstante todos los peligros, ante lo cual el Papa, por segunda vez nos agradeció. Después se dio vuelta para que le alcanzaran un Rosario, me lo puso en la mano y la estrechó fuertemente diciendo: “que Dios los bendiga”. 

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El p. Jorge pudo saludarlo además en la audiencia del miércoles 19 de noviembre.

Presentamos la noticia aparecida en L´Osservatore Romano, edición italiana, del 20 de noviembre de 2014.

 

Con el Papa Francisco 15-XI-14

 

El grito de dolor de los cristianos perseguidos

 

Cristianos que huyen de la violencia de los fundamentalistas, familias enteras que ya no tienen nada, obligadas a abandonar sus casas y posesiones para salvar la vida. Ha contado al Papa hechos dramáticos el vicario de la arquidiócesis latina de Bagdad, el P. Jorge Cortés, del Instituto del Verbo Encarnado. De Irak, donde se encuentra desde el año 2010, ha venido a agradecer a Francisco por su apoyo y sus oraciones por la paz y por los cristianos perseguidos, en particular los de Medio Oriente. El religioso, de origen argentino, ha explicado que una emergencia ahora es la de recibir a las familias que llegan a la capital. Actualmente son 500 los núcleos familiares alojados en escuelas: más de 80 están alojadas en la de los padres carmelitas, mientras que las demás están divididas entre institutos y casas particulares. La situación sin embargo es insostenible porque les falta todo. Poseen solo la ropa que vestían en el momento de su huída.

También para las 120 familias latinas registradas en Bagdad el momento no es fácil. Cada semana, ha dicho el P. Cortés, al menos unos 15 católicos dejan el país y este éxodo no disminuye. Han llegado también pedidos de ayuda de parte de católicos que viven en el norte del país, en particular de las ciudades de Duhok y Arbil, donde el rígido clima es una dura prueba para los refugiados que sin alojamiento ni víveres deben afrontar el frío y la nieve (…)

Con el Papa II

 

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Jornada de la Misiones y beatificación del Papa Pablo VI

Posted by P. Carlos Walker, IVE on octubre 13, 2014
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Circular del p. Carlos Walker, Superior General del IVE, con motivo de la Jornada de la Misiones que se celebrará el próximo domingo 19 de octubre, coincidiendo con la Beatificación del Papa Pablo VI.

Puede descargar el documento en pdf haciendo click en el siguiente enlace: Jornada de las Misiones – Carta Circular, p. Carlos Walker

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Propuestas para el Año dedicado a la Vida Consagrada

Posted by P. Carlos Walker, IVE on octubre 13, 2014
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Comparto algunas propuestas en relación al Año dedicado a la vida consagrada, que comenzará en los próximos meses.

Pueden descargar el documento en pdf haciendo click en el siguiente enlace:  Circular-año-de-la-Vida-Consagrada.pdf

P. Carlos Walker, IVE

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Visita a la misión del IVE en Papúa Nueva Guinea y a Australia

Posted by P. Carlos Walker, IVE on septiembre 23, 2014
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Por gracia de Dios, entre el 25 de agosto y el 17 de septiembre pasados, he podido visitar a nuestros padres en Vanimo (Papúa Nueva Guinea), previo breve paso por la ciudad de Sydney, en Australia.

En este momento la comunidad en Vanimo está conformada por los padres Tomás Ravaioli, Maximiliano Navarro y Martín Prado. Como se sabe, los padres están a cargo de la parroquia de Baro, muy cerca de la ciudad de Vanimo, la cual comprende varias comunidades (Wutung, Yako, Waramo, Baro, etc.) y dos escuelas primarias (Baro y Simola). Esta parroquia está junto a la costa y se extiende desde el límite con la parroquia de Lido (muy cerca del seminario diocesano y de la misma ciudad de Vanimo) hasta la frontera con Indonesia, por un espacio de unos 50 kilómetros.

Primeras comuniones en Yako

Las comunidades allí, se encuentran sobre la costa, en un marco verdaderamente imponente, con el mar de frente en todo el territorio parroquial; a unos 30 metros de la costa cruza la ruta, detrás de la cual hay una selva muy espesa de árboles altísimos. No sin razón los papuanos llaman a su país “el último paraíso”. A modo de ilustración, sólo relato lo siguiente: el mismo día en que llegué, desde el cuarto que me habían asignado, pude ver pasar muy cerca de la orilla a cuatro delfines; otro día vimos con los padres un águila que ascendía a grandes alturas para descender luego rápidamente hasta la altura de la cima de los árboles. Conocí también a “Aussie”, el Wallaby (pequeño canguro) que el P. Maximiliano tiene como mascota.

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Visitas a Ecuador y la Argentina

Posted by P. Carlos Walker, IVE on septiembre 23, 2014
Argentina, Ecuador, Visitas pastorales / Comentarios desactivados en Visitas a Ecuador y la Argentina

Desde el 30 de junio hasta el 31 de julio tuve la gracia de visitar las provincias de Ecuador y la Argentina.

  1. Ecuador

Desde hacía tiempo que tenía intenciones de visitar a los padres del Instituto en Ecuador, quienes muy amablemente me habían invitado varias veces a su provincia. Por diversos motivos, hasta el momento no había podido concretar el viaje. Ahora, y por gracia de Dios, pude estar con ellos durante casi dos semanas, visitando todas nuestras comunidades.

con el obispo de Loja, Mons. Alfredo J. Espinoza Mateus, SDB

Llegué a Guayaquil, donde pude comprobar el crecimiento verdaderamente exponencial de la escuela San Pío de Pietrelcina, situada en el Guasmo, que cuenta ya 300 alumnos, y ha hecho enormes mejoras a sus edificios. Por otra parte, la parroquia San Luis Rey, también en el Guasmo, no sólo está en plena obra de mejora del templo, sino que tiene también una vida pastoral muy activa, con toda clase de agrupaciones: un grupo de estudio bíblico, un grupo de universitarios, monaguillos, etc.

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Solemnidad de Nuestra Señora de Luján, patrona de la Familia Religiosa del Verbo Encarnado

Posted by P. Carlos Walker, IVE on junio 09, 2014
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sralujanEl pasado 8 de mayo la Familia religiosa del Verbo Encarnado celebró en todo el mundo la Solemnidad de Nuestra Señora de Luján, patrona principal de nuestros Institutos.

Para los festejos en Italia contamos con la presencia de S.E.R. Card. Angelo Sodano, decano del Colegio Cardenalicio y secretario por más de 16 años de recordado Papa San Juan Pablo II, padre de nuestra Familia Religiosa. Su Eminencia tuvo la gentileza de presidir la Santa Misa en honor de Nuestra Señora en la Con-catedral de Montefiascone (a dos horas en auto de Roma), ciudad en la cual se encuentra el Seminario Mayor del IVE en Italia “San Vitaliano Papa”. La celebración fue solemnizada por el coro Santa Cecilia, formado por seminaristas y religiosas de nuestros Institutos.

El Cardenal Sodano, gran benefactor de nuestra Familia Religiosa, inició su homilía con estas palabras, en las cuales nos recordó que fue por especial encargo de San Juan Pablo II que él comenzó a seguir de cerca la vida y actividades de nuestros Institutos:

Queridos religiosos del I.V.E., en esta hermosa fiesta Mariana queréis también dar gracias al Señor por medio de María, su Madre por la asistencia divina a vuestra familia religiosa, recordando el 30° aniversario de la fundación del Instituto y los diez años de su erección canónica.

Con vosotros elevan al Señor el canto del “Te Deum” muchos de vuestros amigos, que hoy han venido a esta Catedral (…) A ellos he querido unirme también yo, que desde los primeros años de la fundación del Instituto siempre he seguido de cerca vuestro camino, por encargo del gran Papa Juan Pablo II, ahora vuestro protector en el Cielo”

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(El texto completo de la homilía puede leerse AQUÍ).

 

Por su parte el p. Carlos Walker, Superior General del IVE, recordó y agradeció al Cardenal Sodano su solicitud y la del Santo Papa Juan Pablo II para con nuestra pequeña Familia Religiosa:

“Le agradecemos mucho que haya querido venir a celebrar con nosotros esta santa Misa en honor de María Santísima de Luján, declarada por la Santa Sede patrona de nuestros Institutos. Se trata de una ocasión que nos es muy querida a todos nosotros. En efecto, es precisamente a Ella que, siendo aún seminarista, el P. Buela solía pedir la gracia de poder guiar muchas vocaciones en su vida sacerdotal. Hoy esto es una realidad y nosotros, sus hijos e hijas, no queremos dejar pasar la fiesta sin manifestar nuestro reconocimiento y gratitud. Por otra parte, este año esta fiesta coincide con la reciente canonización de Juan Pablo II, “Padre” de nuestra Familia Religiosa, y también con la celebración de los 10 años de la aprobación eclesiástica de nuestros Institutos (…)

El Papa San Juan Pablo II ha sido y continúa siendo para nuestra pequeña Familia Religiosa un verdadero padre por todos y cada uno de estos motivos.

En efecto, el Papa Magno nos ha engendrado por la predicación. En su magisterio se inspiró nuestro Fundador para plasmar nuestro fin específico y nuestro carisma. Nuestro derecho propio contiene más de mil citas de su amplio magisterio, siendo el autor más citado luego del Concilio Vaticano II, de tal suerte que nuestros religiosos nutren sus almas de sus enseñanzas, tanto para su vida personal como para las obras apostólicas del Instituto. Verdaderamente, a nadie puede caber duda alguna que Juan Pablo II es nuestro padre, ya que nos engendró con su doctrina.

Nos ha engendrado por su oración, que constantemente elevó al cielo durante los días de su peregrinar por este mundo, y de lo cual nos ha dado tan bello ejemplo, como también por las oraciones que confiamos ha de ofrecer en el cielo en favor nuestro, ahora más que nunca.

Nos ha engendrado, finalmente, por su prodigioso e infatigable celo apostólico, que en nuestro caso, por los eternos y misteriosos designios de la Providencia, muchas veces estuvo ligado al misterio de la cruz.

Eminencia, Usted sabe tal vez como nadie, del cuidado paternal y de los desvelos que Su Santidad San Juan Pablo II tuvo para con nuestro pequeño grupo. Para nosotros será siempre un timbre de honor que un Papa santo haya velado de manera tan singular por nuestra pequeña Familia religiosa en sus inicios, quedando por esto asociado para siempre a nosotros. En esto, la paternidad del querido Papa verdaderamente se ha manifestado como una participación de la paternidad de Dios, y de este modo se convirtió para nosotros en una imagen visible de Dios Padre.

Eminencia Reverendísima, recordar y agradecer los gestos y acciones de Su Santidad San Juan Pablo II lleva como de la mano a expresar nuestro más cálido agradecimiento también a Usted, quien ha estado estrechamente ligado a nuestra aprobación, por pedido explícito del mismo Papa. Damos gracias a Dios que nos da hoy la oportunidad de agradecérselo públicamente. ¡Mil gracias por todo, Eminencia! Nuestra familia religiosa siempre recordará cuánto ha hecho por nosotros. Siempre rezamos de un modo especial por Usted, cuando lo hacemos por nuestros benefactores materiales y espirituales. ¡Muchísimas gracias por todo!

 

(Texto completo del saludo del P. Walker, AQUI)

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Concluida la Misa de acción de gracias compartimos como es habitual una cena festiva amenizada por cantos de las múltiples culturas de origen de los miembros de nuestras casas de formación.

Damos una vez más gracias a Dios por todos sus beneficios, y en especial en esta oportunidad deseamos agradecerle por el regalo que nos ha hecho en María de Luján, en quién encontramos una Madre siempre atenta a las necesidades de sus hijos, como asimismo por el don que para la Iglesia representa el magisterio y ejemplo de santidad de San Juan Pablo II, a quién consideramos nuestro Padre y Protector.

Nos conceda el Señor ser fieles a la misión que nos ha encomendado.

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Carta con motivo de la canonización de Juan Pablo II

Posted by P. Carlos Walker, IVE on abril 22, 2014
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 Acilia, Roma, Lunes 21 de abril, 2014

JP IIQueridos Hermanos en el Verbo Encarnado,

Con ocasión de la canonización de Juan Pablo II, Padre y Patrono de nuestra Familia Religiosa, me ha parecido bien enviarles esta circular para resaltar un aspecto esencial de su santidad en el cual él debe ser un modelo para cada uno de nuestros religiosos: la perfecta armonía entre la acción y la contemplación, en la que la contemplación ocupaba el primer lugar.

Durante el curso de su mandato, el Papa fue peregrino en 129 países en 104 viajes apostólicos, recorriendo 1.247.613 kilómetros, lo cual equivale a más de treinta veces la vuelta al mondo o tres veces el viaje de la tierra a la luna. El Papa dejó la ciudad de Roma por 822 días durante los cuales visitó 1.022 ciudades y pronunció 3.288 discursos. Su magisterio está contenido en 56 volúmenes grandes que ocupan casi 4 metros de una biblioteca. Juan Pablo II tuvo 1.164 audiencias generales, además de 1.600 encuentros con jefes de estado. Beatificó 1.338 siervos de Dios (incluidos 1.032 mártires)  en el curso de 147 ceremonias de beatificación y canonizó 483 santos (de entre los cuales 402 eran mártires).

Con todo, la profundidad de la grandeza de este Papa no se nos revela solo ni principalmente por su  increíble obra apostólica. El mismo Juan Pablo II dijo una vez, en relación a los tentativos de contar su historia: “Tratan de entenderme desde afuera; pero yo solo puedo ser entendido desde adentro”[1].

A Juan Pablo II se puede aplicar en forma paradigmática la definición que él mismo hizo del sacerdocio en una de sus audiencias generales: “el presbítero debe ser, como el mismo Cristo, hombre de oración”[2]. Juan Pablo II fue un modelo de hombre de oración a pesar de la obra ciclópea que realizó. Según su propia auto definición, se puede decir, más bien, que su obra fue un efecto que puede ser explicado “desde adentro” del Papa. Es decir, se debe principalmente a su espíritu contemplativo. Fue un gran santo; y fue un gran Papa.

En la audiencia mencionada arriba el Papa afirma enfáticamente que “Jesús nos enseña que no es posible un ejercicio fecundo del sacerdocio sin la oración, que protege al presbítero del peligro de descuidar la vida interior dando la primacía a la acción, y de la tentación de lanzarse a la actividad hasta perderse en ella”[3].

Continúa luego diciendo que los sacerdotes “deben entregarse a la contemplación del Verbo de Dios”. Y que no nos debe impresionar la palabra contemplación, ya que “vale para todos la invitación a escuchar y meditar la palabra de Dios con espíritu contemplativo, a fin de alimentar con ella tanto la inteligencia como el corazón. Eso favorece en el sacerdote la formación de una mentalidad, de un modo de contemplar el mundo con sabiduría, en la perspectiva del fin supremo: Dios y su plan de salvación”[4].

“En eso estriba la sabiduría sobrenatural, sobre todo como don del Espíritu Santo, que permite juzgar bien a la luz de las razones últimas, de las cosas eternas. La sabiduría se convierte así en la principal ayuda para pensar, juzgar y valorar como Cristo todas las cosas, tanto las grandes como las pequeñas, de forma que el sacerdote —al igual e incluso más que cualquier otro cristiano— refleje en sí la luz, la adhesión al Padre, el celo por el apostolado, el ritmo de oración y de acción, e incluso el aliento espiritual de Cristo”[5].

“Si el sacerdote es asiduo en esa meditación, permanece más fácilmente en un estado de gozo consciente, que brota de la percepción de la íntima realización personal de la palabra de Dios, que él debe enseñar a los demás. En efecto como dice el Concilio, los presbíteros, ‘buscando cómo puedan enseñar más adecuadamente a los otros lo que ellos han contemplado, gustarán más profundamente las insondables riquezas de Cristo (Ef 3,8) y la multiforme sabiduría de Dios’ (Presbyterorum ordinis, 13)”[6].

No por nada ya el P. Castellani señalaba que a la raíz de la decadencia y de los grandes males del mundo moderno, de los cuales participan incluso algunos sectores de la vida religiosa, se encuentra precisamente en una mala inteligencia de la relación entre la contemplación y la acción, o una subordinación de la primera a la segunda, lo cual implica un cierto menosprecio por la sabiduría, entendida como el saber por las causas últimas[7].

En su Carta Apostólica Novo millennio ineunte, hablando de la importancia ineludible de respetar el primado de la gracia, el Papa postula una pastoral que dé a la oración el espacio debido. Señala en forma incisiva que el olvido de esto es causa de grandes males: “La oración nos hace vivir precisamente en esta verdad. Nos recuerda constantemente la primacía de Cristo y, en relación con él, la primacía de la vida interior y de la santidad. Cuando no se respeta este principio, ¿ha de sorprender que los proyectos pastorales lleven al fracaso y dejen en el alma un humillante sentimiento de frustración?”[8].

Estas verdades tan esenciales que nos recuerda el Santo Papa, válidas para todo sacerdote, lo son aún más para nosotros los religiosos. El Código de Derecho Canónico, haciéndose eco de las enseñanzas del Concilio, establece la primacía absoluta e impostergable de la oración para todo religioso: “La contemplación de las cosas divinas y la unión asidua con Dios en la oración debe ser primer y principal deber de todos los religiosos”[9]. Esta necesidad esencial de la oración está señalada todo a lo largo de nuestras Constituciones, teniendo incluso un artículo entero dedicado en forma explícita a este tema (nn. 136-141).

“La razón primera por la que un cristiano se hace religioso no es para adquirir un puesto en la Iglesia, una responsabilidad o una tarea, sino para santificarse”, decía Juan Pablo II a los religiosos en una visita pastoral. “Esta consagración total trae consigo, como consecuencia, una disponibilidad total. La Iglesia siempre ha comprobado, en el curso de su historia, que podía contar con los religiosos para las misiones más delicadas. De todo lo anterior se deduce que un religioso no podría no ser un hombre de oración, un gran orante”[10].

Trece días después de su elección, el Papa se dirigió con algunos de sus colaboradores cerca de Roma a la Mentorella, donde está el santuario de la Madre de las Gracias. Preguntó a sus compañeros de viaje: “¿Qué es más importante para el Papa en su vida, en su trabajo?”. Le sugirieron: “¿Tal vez la unidad de los cristianos, la paz en Oriente Medio, la destrucción de la cortina de hierro…?”. Pero él respondió: “Para el Papa lo más importante es la oración”[11].

Esto es lo que Juan Pablo II nos enseñó con su magisterio papal. Más aún, es lo que aprendemos de su ejemplo personal.

Que, a ejemplo de Juan Pablo II, ¡el Papa Magno y ahora también un gran Santo!, nos entreguemos a lo que es primero y principal, aquello para lo cual nos hemos hecho religiosos: a la contemplación del Verbo de Dios.

En el Verbo Encarnado y su Santísima Madre,

 

P. Carlos Walker, IVE

Superior General

 

[1] George Weigel, Witness to Hope, New York, 1999, p. 7.

[2] Juan Pablo II, Audiencia general, 2 de junio de 1993.

[3] Ibid.

[4] Ibid.

[5] Ibid.

[6] Ibid.

[7] Cf. Leonardo Castellani, Un país de Jauja, Mendoza, 1999, Pp. 43-44.

[8] Juan Pablo II, Carta Apostólica Novo millennio ineunte, 38.

[9] Canon 663 § 1.

[10] Juan Pablo II, Visita pastoral a Brasil,  Alocución a los religiosos, 3 de julio de 1980.

[11]Konrad Krajewski, Ricordo di Giovanni Paolo II a sei anni dalla morte, Dove sta il centro del mondo, L’Osservatore Romano, 2 de abril de 2011, citado en P. Carlos M. Buela, Juan Pablo Magno, p. 605.

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Saludos por la Solemnidad de la Encarnación del Verbo

Posted by P. Carlos Walker, IVE on abril 07, 2014
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Queridos padres, religiosos y religiosas, y fieles amigos del Verbo Encarnado,

El día de hoy es una fecha muy especial para nuestro Instituto, ya que celebra sus primeros 30 años de fundación. Nuestras hermanas, las Servidoras, también celebraron hace unos pocos días sus 26 años de existencia. Damos gracias a Dios quien, en sus designios eternos, ha querido suscitar en la Iglesia a nuestra pequeña Familia Religiosa.

Los caminos de la divina providencia son siempre inescrutables. La breve historia de nuestro Instituto tantas veces ha estado marcada por el signo de la cruz. No nos han faltado las dificultades, las contradicciones y las pruebas. Sin embargo, una mirada retrospectiva, hecha con simplicidad evangélica, pone de manifiesto que Dios ha estado muy claramente presente al inicio de esta obra, y que la ha acompañado siempre, a todo lo largo del camino, y con amor de Padre la ha guiado y sustentado, aún en medio de las dificultades. Más aún, es en los momentos más difíciles que la Bondad y el Poder de Dios siempre resplandecieron de un modo más claro.

Es por esto que damos gracias a Dios, y al agradecerle sus dones no podemos dejar de agradecer también a todos aquellos de los que Dios, en su solicitud paternal, muchas veces se ha servido para ayudarnos. Y, en este contexto, no queremos olvidar a todos nuestros amigos, a los benefactores materiales y espirituales de nuestro Instituto, en especial a quienes nos recuerdan en sus oraciones. ¡A todos les damos las gracias por todo!

Para nosotros estos años pueden parecer un largo período de tiempo, pero miradas las cosas en una perspectiva histórica, nuestro Instituto está realmente en sus comienzos. Este es, por tanto, también un momento para mirar hacia adelante y pedir las gracias necesarias para responder, cada vez mejor, a la llamada que hemos recibido, personalmente y como Instituto.

En el Evangelio es muy claro que la solidez de una casa está relacionada con la firmeza de sus fundamentos, es decir, con la fidelidad a la voluntad de Dios. En definitiva, lo único que realmente importa en nuestras vidas es que seamos fieles a los designios divinos sobre nosotros. Pidamos, de un modo especial en el día de hoy, y siempre, la gracia de la fidelidad al carisma recibido, de modo que Dios nos halle a la altura de su llamada y podamos realizar siempre y solo su santa Voluntad.

Que María santísima de Luján, el Beato Juan Pablo II y todos nuestros santos patronos nos protejan y nos bendigan en este propósito.

¡Que Dios los bendiga abundantemente!

En Cristo y María,

P. Carlos Walker, IVE

Roma, 25 de marzo, 2014

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