Documentos

Homilía en la fiesta de Juan Pablo II

Posted by P. Carlos Walker, IVE on octubre 23, 2015
Documentos / Comentarios desactivados en Homilía en la fiesta de Juan Pablo II

Homilía dada en la Misa en honor a Juan Pablo II, el 22 de setiembre de 2015, en el altar de la cátedra en la Basílica de San Pedro.

(EnglishItaliano)

El día en que el Papa Francisco canonizó a Juan Pablo II, lo asoció a la familia. “San Juan Pablo II – dijo –  Fue el Papa de la familia. Fue él mismo quien lo dijo, “Después de mi muerte, deseo ser recordado como el Papa de la familia”[1].

En el contexto de la celebración del Sínodo sobre la familia, quisiera hablar un poco de algunas ideas de nuestro querido San Juan Pablo II precisamente en relación a la familia.

En su libro Don y misterio, Juan Pablo II hablaba de la profunda influencia que su familia tuvo sobre él desde su niñez. Y hablaba de su propia familia como de su “primer seminario”:

“La preparación para el sacerdocio, recibida en el seminario, fue de algún modo precedida por la que me ofrecieron mis padres con su vida y su ejemplo en familia”.

Y se explayaba más sobre su relación con su padre, a quien consideró su educador religioso más influyente, por su enseñanza y ejemplo[2]:

“Mi reconocimiento es sobre todo para mi padre, que enviudó muy pronto. […] Después de su muerte [de su madre] y, a continuación, después de la muerte de mi hermano mayor, quedé sólo con mi padre que era un hombre profundamente religioso. Podía observar cotidianamente su vida, que era muy austera. Era militar de profesión y, cuando enviudó, su vida fue de constante oración. Sucedía a veces que me despertaba de noche y encontraba a mi padre arrodillado, igual que lo veía siempre en la iglesia parroquial. Entre nosotros no se hablaba de vocación al sacerdocio, pero su ejemplo fue para mí en cierto modo el primer seminario, una especie de seminario doméstico” (Don y misterio).

Este testimonio sobre el joven Karol Wojtyla es sumamente sugestivo. ¿Quién hubiera dicho a su padre que su hijo sería un día nada menos que San Juan Pablo II, el Papa Magno, un hombre de una influencia tan trascendente para la Iglesia y el mundo?

El siguiente texto, de la exhortación Familiaris Consortio, parecía manifestar lo que el mismo Papa había vivido en carne propia en su infancia y juventud:

“En virtud del ministerio de la educación, los padres, mediante el testimonio de su vida, son los primeros mensajeros del Evangelio ante los hijos. Es más, rezando con los hijos, dedicándose con ellos a la lectura de la Palabra de Dios e introduciéndolos en la intimidad del Cuerpo —eucarístico y eclesial— de Cristo mediante la iniciación cristiana, llegan a ser plenamente padres, es decir, engendradores no sólo de la vida corporal, sino también de aquella que, mediante la renovación del Espíritu, brota de la Cruz y Resurrección de Cristo.” (FC 39).

Santo Tomás de Aquino, de hecho, habla de la familia como de un “cierto útero espiritual” (S. Th. II-II, q. 10, a. 12). Es en el seno de la familia donde por disposición divina normalmente se reciben y se absorben los valores cristianos. Es allí donde estos valores se van adquiriendo, como por ósmosis, por lo que se puede observar a través de los buenos ejemplos, incluso más que por lo que se escucha, como cuenta Juan Pablo II respecto de su propio padre.

En Familiaris consortio Papa dice incluso que la familia cristiana no sólo forma hijos de Dios sino que llega a decir que es “el primer y mejor seminario”:

“La familia debe formar a los hijos para la vida, de manera que cada uno cumpla en plenitud su cometido, de acuerdo con la vocación recibida de Dios. Efectivamente, la familia que está abierta a los valores transcendentes […]  y es consciente de su cotidiana participación en el misterio de la cruz gloriosa de Cristo, se convierte en el primero y mejor seminario de vocaciones a la vida consagrada” (FC 53).

Estas palabras tienen mucho peso y son de una gran actualidad. En efecto, en medio del materialismo craso que nos toca vivir en la sociedad actual, donde Dios muchas veces es negado y opuesto en forma sistemática, las familias tienen un papel semejante a un “invernadero”, en el cual las plantas son protegidas del frío. Siguiendo al Concilio, Juan Pablo II llama a la familia “iglesia doméstica”[3], donde se aprenden las virtudes y se neutralizan las influencias negativas del mundo.

En este útero espiritual, “Todos los miembros de la familia, cada uno según su propio don, tienen la gracia y la responsabilidad de construir, día a día, la comunión de las personas”… donde se da “un intercambio educativo entre padres e hijos, en que cada uno da y recibe. Mediante el amor, el respeto, la obediencia a los padres” (FC n. 21).

Estas realidades, que nosotros hemos experimentado en nuestras mismas familias, se verifican también en la familia religiosa. Si Santo Tomás habla de la familia como de un útero espiritual, esta imagen se podría aplicar análogamente a la propia congregación, a la familia religiosa a la cual pertenecemos:

“En  nombre  de  Cristo  queremos  constituir  una  familia  religiosa  en  la  que  sus miembros estén dispuestos a vivir, con toda radicalidad  las exigencias de  la Encarnación y de la  Cruz, del Sermón de la  Montaña  y de la  Última Cena. Donde se puedan  vivir  los anonadamientos de Nazaret y del Calvario, donde se entre en las confidencias del Tabor y de Getsemaní. Donde se experimente la paternidad del Padre, la hermandad del Hijo y  la inhabitación  del  Espíritu  Santo,  amándonos  de  tal  manera  los  unos  a los  otros  por  ser hijos  del  mismo  Padre,  hermanos  del  mismo  Hijo  y  templos  del  mismo  Espíritu  Santo, que formemos un solo corazón y una sola alma (At 4,32)”. (Cost. n. 20).

La Congregación, nuestra querida familia religiosa ¿no es acaso nuestra madre, que nos engendró a la vida espiritual?

Es allí donde Dios nos ha llamado, convocándonos de un modo particular desde tantos rincones de la tierra, con una misión común que cumplir.

Es allí donde recibimos los medios sobrenaturales para nuestro desarrollo espiritual. La Congregación, como verdadera madre, nos alimenta con los medios de la gracia y nos instruye en nuestra vida espiritual. Es la madre que nos forma, es allí donde hemos conocido el Magisterio bimilenario de la Iglesia, a Santo Tomás, los doctores y santos de todos los tiempos. Y que nos ha enseñado a amar de un modo especial las “tres cosas blancas”: la Eucaristía, la Virgen y el Papa.

Es allí donde, mediante un estilo propio de vida, de acuerdo a nuestro carisma, nos ayudamos y enardecemos mutuamente en la búsqueda de la santidad (cf. Const. n. 92).

Es de nuestros hermanos y hermanas que recibimos constantemente – como por ósmosis – el buen ejemplo y el estímulo para practicar la virtud en el seguimiento de nuestro llamado y en el cumplimiento de nuestra misión.

Esta realidad crea lazos incalculablemente profundos, ya que “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?”, pregunta Nuestro Señor, “quienquiera que hiciere la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mt 12,59). Es decir, hace de nosotros “un solo corazón y una sola alma” (At 4,32).

Es por esto, por motivos teologales, y no por razones accidentales o folklóricas, que tenemos un amor tan profundo por nuestra familia religiosa.

Pienso en este momento en nuestros padres y hermanas en Medio Oriente, quienes aún en medio de una guerra prolongada y tan sangrienta, rodeados de tantos peligros, solo piden quedar para continuar su misión con su gente.

Pienso en los padres y hermanas que se dedican a las obras de caridad, cuidando a Cristo en los pobres y enfermos. En particular, en nuestras hermanas que atienden leprosarios en circunstancias extremadamente difíciles.

Pienso en nuestros misioneros y misioneras en las selvas de Guyana, Papúa y África.

Pienso en quienes misionan en las estepas de Rusia, y entre los musulmanes en Asia Central.

Pienso en quienes trabajan en los climas gélidos del norte, y en las alturas del altiplano en el sur.

No puedo dejar de pensar en quienes se preparan para misionar en la gran nación China.

Pienso en quienes sirven a Cristo entre los pobres y marginados de las grandes ciudades modernas.

Pienso en quienes tratan de anunciar a Cristo entre los agnósticos y hostiles del mundo cristofóbico.

Pienso en los contemplativos y las contemplativas, que escondidos en el claustro, se ofrecen y ofrecen sus plegarias por nosotros, haciendo de sus vidas una oblación continuada.

Pienso en nuestros seminaristas y en nuestras hermanas que, de nuestros centros de formación, no sueñan en otra cosa que en ir a una misión. Pienso en los novicios y novicias, en los seminaristas menores y en las aspirantes.

Pienso en los hermanos, que con humildad sirven a los demás en forma oculta.

Pienso en los religiosos enfermos, que nos atraen la gracia de Dios. Pienso en los minusválidos y huérfanos de nuestros hogares.

Pienso en todos nuestros queridos difuntos, que interceden por nosotros y nos esperan en la Patria…

Pienso en nuestras familias. Se ha dicho con razón que la fuerza de nuestra familia religiosa reside en gran medida en las familias de nuestros religiosos, por su fidelidad a Dios, por su testimonio de oración y compromiso para con la Iglesia y nuestros Institutos.

¡Esta es nuestra madre, nuestra querida familia, a la cual pertenecemos y en la cual queremos morir, porque nos ha dado a luz y nos conduce a la patria celeste!

Es la madre que amamos, porque además la Escritura nos amonesta: “maldito del Señor quien irrita a su madre” (Ec 3,16).

Hoy hacemos nuestra la plegaria de los mártires de Barbastro:

“Yo gritaré con toda la fuerza de mis pulmones, y en nuestros clamores entusiastas adivina tú, Congregación querida, el amor que te tenemos, pues te llevamos en nuestros recuerdos hasta estas regiones de dolor sin Cristo […] ¡Querida Congregación! Tus hijos, misioneros por todo el mundo, te saludan desde el destierro y te ofrecen sus dolorosas angustias en holocausto expiatorio por nuestras deficiencias y en testimonio de nuestro amor fiel, generoso y perpetuo. ¡Viva la Congregación! Y cuando nos toque partir, diremos: Adiós, querido Instituto. Vamos al cielo a rogar por ti. ¡Adiós! ¡Adiós!”.

El Papa de la Familia, San Juan Pablo II, es el Padre de nuestra familia religiosa. Pidámosle hoy especialmente por nuestra familia religiosa. Pidamos por todos los que nos han hecho bien o mal. Pidámosle por todas nuestras familias.

“Que la Virgen María, como es Madre de la Iglesia, sea también Madre de la «Iglesia doméstica»” (FC 85)

[1] Papa Francisco: homilía de canonización de Juan Pablo II 27-IV-14.

[2] cf. George Weigel, Witness to Hope, 1999, pp. 31-32.

[3] Cf. Familiaris Consortio n. 21; Lumen Gentium n. 11.

Circular con ocasión del Sínodo de las Familias

Posted by P. Carlos Walker, IVE on octubre 03, 2015
Documentos / Comentarios desactivados en Circular con ocasión del Sínodo de las Familias

Circular con ocasion del Sinodo_Page_1Circular con ocasion del Sinodo_Page_2

Jornada de la Misiones y beatificación del Papa Pablo VI

Posted by P. Carlos Walker, IVE on octubre 13, 2014
Documentos / Comentarios desactivados en Jornada de la Misiones y beatificación del Papa Pablo VI

Circular del p. Carlos Walker, Superior General del IVE, con motivo de la Jornada de la Misiones que se celebrará el próximo domingo 19 de octubre, coincidiendo con la Beatificación del Papa Pablo VI.

Puede descargar el documento en pdf haciendo click en el siguiente enlace: Jornada de las Misiones – Carta Circular, p. Carlos Walker

Tags: , , , , ,

Propuestas para el Año dedicado a la Vida Consagrada

Posted by P. Carlos Walker, IVE on octubre 13, 2014
Documentos / Comentarios desactivados en Propuestas para el Año dedicado a la Vida Consagrada

Comparto algunas propuestas en relación al Año dedicado a la vida consagrada, que comenzará en los próximos meses.

Pueden descargar el documento en pdf haciendo click en el siguiente enlace:  Circular-año-de-la-Vida-Consagrada.pdf

P. Carlos Walker, IVE

Tags: , ,

Solemnidad de Nuestra Señora de Luján, patrona de la Familia Religiosa del Verbo Encarnado

Posted by P. Carlos Walker, IVE on junio 09, 2014
Documentos, Italia / 1 Comment

sralujanEl pasado 8 de mayo la Familia religiosa del Verbo Encarnado celebró en todo el mundo la Solemnidad de Nuestra Señora de Luján, patrona principal de nuestros Institutos.

Para los festejos en Italia contamos con la presencia de S.E.R. Card. Angelo Sodano, decano del Colegio Cardenalicio y secretario por más de 16 años de recordado Papa San Juan Pablo II, padre de nuestra Familia Religiosa. Su Eminencia tuvo la gentileza de presidir la Santa Misa en honor de Nuestra Señora en la Con-catedral de Montefiascone (a dos horas en auto de Roma), ciudad en la cual se encuentra el Seminario Mayor del IVE en Italia “San Vitaliano Papa”. La celebración fue solemnizada por el coro Santa Cecilia, formado por seminaristas y religiosas de nuestros Institutos.

El Cardenal Sodano, gran benefactor de nuestra Familia Religiosa, inició su homilía con estas palabras, en las cuales nos recordó que fue por especial encargo de San Juan Pablo II que él comenzó a seguir de cerca la vida y actividades de nuestros Institutos:

Queridos religiosos del I.V.E., en esta hermosa fiesta Mariana queréis también dar gracias al Señor por medio de María, su Madre por la asistencia divina a vuestra familia religiosa, recordando el 30° aniversario de la fundación del Instituto y los diez años de su erección canónica.

Con vosotros elevan al Señor el canto del “Te Deum” muchos de vuestros amigos, que hoy han venido a esta Catedral (…) A ellos he querido unirme también yo, que desde los primeros años de la fundación del Instituto siempre he seguido de cerca vuestro camino, por encargo del gran Papa Juan Pablo II, ahora vuestro protector en el Cielo”

sodano2

(El texto completo de la homilía puede leerse AQUÍ).

 

Por su parte el p. Carlos Walker, Superior General del IVE, recordó y agradeció al Cardenal Sodano su solicitud y la del Santo Papa Juan Pablo II para con nuestra pequeña Familia Religiosa:

“Le agradecemos mucho que haya querido venir a celebrar con nosotros esta santa Misa en honor de María Santísima de Luján, declarada por la Santa Sede patrona de nuestros Institutos. Se trata de una ocasión que nos es muy querida a todos nosotros. En efecto, es precisamente a Ella que, siendo aún seminarista, el P. Buela solía pedir la gracia de poder guiar muchas vocaciones en su vida sacerdotal. Hoy esto es una realidad y nosotros, sus hijos e hijas, no queremos dejar pasar la fiesta sin manifestar nuestro reconocimiento y gratitud. Por otra parte, este año esta fiesta coincide con la reciente canonización de Juan Pablo II, “Padre” de nuestra Familia Religiosa, y también con la celebración de los 10 años de la aprobación eclesiástica de nuestros Institutos (…)

El Papa San Juan Pablo II ha sido y continúa siendo para nuestra pequeña Familia Religiosa un verdadero padre por todos y cada uno de estos motivos.

En efecto, el Papa Magno nos ha engendrado por la predicación. En su magisterio se inspiró nuestro Fundador para plasmar nuestro fin específico y nuestro carisma. Nuestro derecho propio contiene más de mil citas de su amplio magisterio, siendo el autor más citado luego del Concilio Vaticano II, de tal suerte que nuestros religiosos nutren sus almas de sus enseñanzas, tanto para su vida personal como para las obras apostólicas del Instituto. Verdaderamente, a nadie puede caber duda alguna que Juan Pablo II es nuestro padre, ya que nos engendró con su doctrina.

Nos ha engendrado por su oración, que constantemente elevó al cielo durante los días de su peregrinar por este mundo, y de lo cual nos ha dado tan bello ejemplo, como también por las oraciones que confiamos ha de ofrecer en el cielo en favor nuestro, ahora más que nunca.

Nos ha engendrado, finalmente, por su prodigioso e infatigable celo apostólico, que en nuestro caso, por los eternos y misteriosos designios de la Providencia, muchas veces estuvo ligado al misterio de la cruz.

Eminencia, Usted sabe tal vez como nadie, del cuidado paternal y de los desvelos que Su Santidad San Juan Pablo II tuvo para con nuestro pequeño grupo. Para nosotros será siempre un timbre de honor que un Papa santo haya velado de manera tan singular por nuestra pequeña Familia religiosa en sus inicios, quedando por esto asociado para siempre a nosotros. En esto, la paternidad del querido Papa verdaderamente se ha manifestado como una participación de la paternidad de Dios, y de este modo se convirtió para nosotros en una imagen visible de Dios Padre.

Eminencia Reverendísima, recordar y agradecer los gestos y acciones de Su Santidad San Juan Pablo II lleva como de la mano a expresar nuestro más cálido agradecimiento también a Usted, quien ha estado estrechamente ligado a nuestra aprobación, por pedido explícito del mismo Papa. Damos gracias a Dios que nos da hoy la oportunidad de agradecérselo públicamente. ¡Mil gracias por todo, Eminencia! Nuestra familia religiosa siempre recordará cuánto ha hecho por nosotros. Siempre rezamos de un modo especial por Usted, cuando lo hacemos por nuestros benefactores materiales y espirituales. ¡Muchísimas gracias por todo!

 

(Texto completo del saludo del P. Walker, AQUI)

sodano1

Concluida la Misa de acción de gracias compartimos como es habitual una cena festiva amenizada por cantos de las múltiples culturas de origen de los miembros de nuestras casas de formación.

Damos una vez más gracias a Dios por todos sus beneficios, y en especial en esta oportunidad deseamos agradecerle por el regalo que nos ha hecho en María de Luján, en quién encontramos una Madre siempre atenta a las necesidades de sus hijos, como asimismo por el don que para la Iglesia representa el magisterio y ejemplo de santidad de San Juan Pablo II, a quién consideramos nuestro Padre y Protector.

Nos conceda el Señor ser fieles a la misión que nos ha encomendado.

Tags: , , , , , , , , ,

Carta con motivo de la canonización de Juan Pablo II

Posted by P. Carlos Walker, IVE on abril 22, 2014
Documentos / No Comments

 Acilia, Roma, Lunes 21 de abril, 2014

JP IIQueridos Hermanos en el Verbo Encarnado,

Con ocasión de la canonización de Juan Pablo II, Padre y Patrono de nuestra Familia Religiosa, me ha parecido bien enviarles esta circular para resaltar un aspecto esencial de su santidad en el cual él debe ser un modelo para cada uno de nuestros religiosos: la perfecta armonía entre la acción y la contemplación, en la que la contemplación ocupaba el primer lugar.

Durante el curso de su mandato, el Papa fue peregrino en 129 países en 104 viajes apostólicos, recorriendo 1.247.613 kilómetros, lo cual equivale a más de treinta veces la vuelta al mondo o tres veces el viaje de la tierra a la luna. El Papa dejó la ciudad de Roma por 822 días durante los cuales visitó 1.022 ciudades y pronunció 3.288 discursos. Su magisterio está contenido en 56 volúmenes grandes que ocupan casi 4 metros de una biblioteca. Juan Pablo II tuvo 1.164 audiencias generales, además de 1.600 encuentros con jefes de estado. Beatificó 1.338 siervos de Dios (incluidos 1.032 mártires)  en el curso de 147 ceremonias de beatificación y canonizó 483 santos (de entre los cuales 402 eran mártires).

Con todo, la profundidad de la grandeza de este Papa no se nos revela solo ni principalmente por su  increíble obra apostólica. El mismo Juan Pablo II dijo una vez, en relación a los tentativos de contar su historia: “Tratan de entenderme desde afuera; pero yo solo puedo ser entendido desde adentro”[1].

A Juan Pablo II se puede aplicar en forma paradigmática la definición que él mismo hizo del sacerdocio en una de sus audiencias generales: “el presbítero debe ser, como el mismo Cristo, hombre de oración”[2]. Juan Pablo II fue un modelo de hombre de oración a pesar de la obra ciclópea que realizó. Según su propia auto definición, se puede decir, más bien, que su obra fue un efecto que puede ser explicado “desde adentro” del Papa. Es decir, se debe principalmente a su espíritu contemplativo. Fue un gran santo; y fue un gran Papa.

En la audiencia mencionada arriba el Papa afirma enfáticamente que “Jesús nos enseña que no es posible un ejercicio fecundo del sacerdocio sin la oración, que protege al presbítero del peligro de descuidar la vida interior dando la primacía a la acción, y de la tentación de lanzarse a la actividad hasta perderse en ella”[3].

Continúa luego diciendo que los sacerdotes “deben entregarse a la contemplación del Verbo de Dios”. Y que no nos debe impresionar la palabra contemplación, ya que “vale para todos la invitación a escuchar y meditar la palabra de Dios con espíritu contemplativo, a fin de alimentar con ella tanto la inteligencia como el corazón. Eso favorece en el sacerdote la formación de una mentalidad, de un modo de contemplar el mundo con sabiduría, en la perspectiva del fin supremo: Dios y su plan de salvación”[4].

“En eso estriba la sabiduría sobrenatural, sobre todo como don del Espíritu Santo, que permite juzgar bien a la luz de las razones últimas, de las cosas eternas. La sabiduría se convierte así en la principal ayuda para pensar, juzgar y valorar como Cristo todas las cosas, tanto las grandes como las pequeñas, de forma que el sacerdote —al igual e incluso más que cualquier otro cristiano— refleje en sí la luz, la adhesión al Padre, el celo por el apostolado, el ritmo de oración y de acción, e incluso el aliento espiritual de Cristo”[5].

“Si el sacerdote es asiduo en esa meditación, permanece más fácilmente en un estado de gozo consciente, que brota de la percepción de la íntima realización personal de la palabra de Dios, que él debe enseñar a los demás. En efecto como dice el Concilio, los presbíteros, ‘buscando cómo puedan enseñar más adecuadamente a los otros lo que ellos han contemplado, gustarán más profundamente las insondables riquezas de Cristo (Ef 3,8) y la multiforme sabiduría de Dios’ (Presbyterorum ordinis, 13)”[6].

No por nada ya el P. Castellani señalaba que a la raíz de la decadencia y de los grandes males del mundo moderno, de los cuales participan incluso algunos sectores de la vida religiosa, se encuentra precisamente en una mala inteligencia de la relación entre la contemplación y la acción, o una subordinación de la primera a la segunda, lo cual implica un cierto menosprecio por la sabiduría, entendida como el saber por las causas últimas[7].

En su Carta Apostólica Novo millennio ineunte, hablando de la importancia ineludible de respetar el primado de la gracia, el Papa postula una pastoral que dé a la oración el espacio debido. Señala en forma incisiva que el olvido de esto es causa de grandes males: “La oración nos hace vivir precisamente en esta verdad. Nos recuerda constantemente la primacía de Cristo y, en relación con él, la primacía de la vida interior y de la santidad. Cuando no se respeta este principio, ¿ha de sorprender que los proyectos pastorales lleven al fracaso y dejen en el alma un humillante sentimiento de frustración?”[8].

Estas verdades tan esenciales que nos recuerda el Santo Papa, válidas para todo sacerdote, lo son aún más para nosotros los religiosos. El Código de Derecho Canónico, haciéndose eco de las enseñanzas del Concilio, establece la primacía absoluta e impostergable de la oración para todo religioso: “La contemplación de las cosas divinas y la unión asidua con Dios en la oración debe ser primer y principal deber de todos los religiosos”[9]. Esta necesidad esencial de la oración está señalada todo a lo largo de nuestras Constituciones, teniendo incluso un artículo entero dedicado en forma explícita a este tema (nn. 136-141).

“La razón primera por la que un cristiano se hace religioso no es para adquirir un puesto en la Iglesia, una responsabilidad o una tarea, sino para santificarse”, decía Juan Pablo II a los religiosos en una visita pastoral. “Esta consagración total trae consigo, como consecuencia, una disponibilidad total. La Iglesia siempre ha comprobado, en el curso de su historia, que podía contar con los religiosos para las misiones más delicadas. De todo lo anterior se deduce que un religioso no podría no ser un hombre de oración, un gran orante”[10].

Trece días después de su elección, el Papa se dirigió con algunos de sus colaboradores cerca de Roma a la Mentorella, donde está el santuario de la Madre de las Gracias. Preguntó a sus compañeros de viaje: “¿Qué es más importante para el Papa en su vida, en su trabajo?”. Le sugirieron: “¿Tal vez la unidad de los cristianos, la paz en Oriente Medio, la destrucción de la cortina de hierro…?”. Pero él respondió: “Para el Papa lo más importante es la oración”[11].

Esto es lo que Juan Pablo II nos enseñó con su magisterio papal. Más aún, es lo que aprendemos de su ejemplo personal.

Que, a ejemplo de Juan Pablo II, ¡el Papa Magno y ahora también un gran Santo!, nos entreguemos a lo que es primero y principal, aquello para lo cual nos hemos hecho religiosos: a la contemplación del Verbo de Dios.

En el Verbo Encarnado y su Santísima Madre,

 

P. Carlos Walker, IVE

Superior General

 

[1] George Weigel, Witness to Hope, New York, 1999, p. 7.

[2] Juan Pablo II, Audiencia general, 2 de junio de 1993.

[3] Ibid.

[4] Ibid.

[5] Ibid.

[6] Ibid.

[7] Cf. Leonardo Castellani, Un país de Jauja, Mendoza, 1999, Pp. 43-44.

[8] Juan Pablo II, Carta Apostólica Novo millennio ineunte, 38.

[9] Canon 663 § 1.

[10] Juan Pablo II, Visita pastoral a Brasil,  Alocución a los religiosos, 3 de julio de 1980.

[11]Konrad Krajewski, Ricordo di Giovanni Paolo II a sei anni dalla morte, Dove sta il centro del mondo, L’Osservatore Romano, 2 de abril de 2011, citado en P. Carlos M. Buela, Juan Pablo Magno, p. 605.

Tags: ,

Saludos por la Solemnidad de la Encarnación del Verbo

Posted by P. Carlos Walker, IVE on abril 07, 2014
Documentos / Comentarios desactivados en Saludos por la Solemnidad de la Encarnación del Verbo

Queridos padres, religiosos y religiosas, y fieles amigos del Verbo Encarnado,

El día de hoy es una fecha muy especial para nuestro Instituto, ya que celebra sus primeros 30 años de fundación. Nuestras hermanas, las Servidoras, también celebraron hace unos pocos días sus 26 años de existencia. Damos gracias a Dios quien, en sus designios eternos, ha querido suscitar en la Iglesia a nuestra pequeña Familia Religiosa.

Los caminos de la divina providencia son siempre inescrutables. La breve historia de nuestro Instituto tantas veces ha estado marcada por el signo de la cruz. No nos han faltado las dificultades, las contradicciones y las pruebas. Sin embargo, una mirada retrospectiva, hecha con simplicidad evangélica, pone de manifiesto que Dios ha estado muy claramente presente al inicio de esta obra, y que la ha acompañado siempre, a todo lo largo del camino, y con amor de Padre la ha guiado y sustentado, aún en medio de las dificultades. Más aún, es en los momentos más difíciles que la Bondad y el Poder de Dios siempre resplandecieron de un modo más claro.

Es por esto que damos gracias a Dios, y al agradecerle sus dones no podemos dejar de agradecer también a todos aquellos de los que Dios, en su solicitud paternal, muchas veces se ha servido para ayudarnos. Y, en este contexto, no queremos olvidar a todos nuestros amigos, a los benefactores materiales y espirituales de nuestro Instituto, en especial a quienes nos recuerdan en sus oraciones. ¡A todos les damos las gracias por todo!

Para nosotros estos años pueden parecer un largo período de tiempo, pero miradas las cosas en una perspectiva histórica, nuestro Instituto está realmente en sus comienzos. Este es, por tanto, también un momento para mirar hacia adelante y pedir las gracias necesarias para responder, cada vez mejor, a la llamada que hemos recibido, personalmente y como Instituto.

En el Evangelio es muy claro que la solidez de una casa está relacionada con la firmeza de sus fundamentos, es decir, con la fidelidad a la voluntad de Dios. En definitiva, lo único que realmente importa en nuestras vidas es que seamos fieles a los designios divinos sobre nosotros. Pidamos, de un modo especial en el día de hoy, y siempre, la gracia de la fidelidad al carisma recibido, de modo que Dios nos halle a la altura de su llamada y podamos realizar siempre y solo su santa Voluntad.

Que María santísima de Luján, el Beato Juan Pablo II y todos nuestros santos patronos nos protejan y nos bendigan en este propósito.

¡Que Dios los bendiga abundantemente!

En Cristo y María,

P. Carlos Walker, IVE

Roma, 25 de marzo, 2014

Tags: , , ,

Solemnidad de S. José

Posted by P. Carlos Walker, IVE on marzo 18, 2014
Documentos / No Comments

En las vísperas de la Solemnidad del Patriarca “San José”, patrono del Instituto de las Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará, día en que celebran el 26º aniversario de fundación, queremos enviarles nuestros saludos, al mismo tiempo que elevamos nuestras súplicas al Señor para que a través del “Santo Protector de la Sagrada Familia”, continúe derramando abundantes gracias y dones del cielo sobre todas las Servidoras.

Son muchas las gracias que el Santo Patriarca ha concedido a las Servidoras a lo largo de estos 26 años de vida, ya sea en el plano espiritual como material; bendiciones que se han hecho patentes en distintas obras y apostolados en los cinco continentes; en lugares difíciles y en situaciones aun adversas. Nunca ha faltado la protección del “custodio de las vírgenes”.

Este es por tanto un motivo de confianza para el futuro del Instituto; quien fue elegido para ser en esta tierra padre providente del Hijo de Dios y casto custodio de la Santísima Virgen continuará del mismo modo su oficio para quienes se acogen a él e imploran su especial cuidado.

Comprometemos nuestras oraciones, en particular la Santa Misa, para que Dios las siga bendiciendo, les conceda fortaleza de espíritu, participación de Su Luz necesaria para el discernimiento, y para que continúe bendiciendo a las Servidoras con abundantes vocaciones.

Que San José bendiga en especial a las Servidoras que en este día y a lo largo de este año harán sus votos perpetuos.

P. Carlos Walker y Padres del Consejo General

Tags: , , , ,

30º aniversario de fundación del Instituto del Verbo Encarnado

Posted by P. Carlos Walker, IVE on marzo 15, 2014
Documentos, Visitas pastorales / Comentarios desactivados en 30º aniversario de fundación del Instituto del Verbo Encarnado

Hace unos días tuve la gracia de visitar, acompañado por el P. Emanuel Martelli, nuestra misión en Ushetu (Tanzania), donde desde el 2010 trabajan nuestros padres y desde el 2009 se encuentran las Servidoras. Siempre leemos con mucha atención y no menos gusto lo que narran las crónicas que frecuentemente llegan desde esa misión, pero no es lo mismo leer acerca de una misión que estar allí y constatar lo narrado en forma personal.

(Más fotos AQUÍ y AQUÍ – Video de la misión AQUÍ)

La misión en Ushetu es una realidad sumamente atractiva para quien se precie de tener vocación misionera. Allí se halla en abundancia lo mejor que uno podría haber soñado para su ministerio pastoral: una cantidad enorme de almas ostensiblemente sedientas de Dios. La parroquia cuenta con unas 100 mil personas, de las cuales 60 mil son católicas, siendo la inmensa mayoría jóvenes y niños (las familias en Tanzania normalmente tienen entre 7 y 15 hijos).

Sin embargo, los números no dicen todo acerca de esta misión. Como digo, lo que más atrae de este lugar tan especial es la apertura y el entusiasmo con que la gente recibe las cosas de Dios. La gente de Ushetu se caracteriza por su constante alegría, su laboriosidad (donde uno fija la vista se ven campos cultivados), su generosidad (dan con gozo, de su pobreza), su talento y gusto por la música, etc. Pero lo que más llama la atención de este pueblo es su fe y receptividad para con los misioneros.

Cuesta irse de un lugar donde la gente, al indicársele que tendrían que esperar un tiempo para la celebración de la Misa (que resultó ser 1 hora de espera) ya que el sacerdote debía escuchar confesiones, respondió con una verdadera explosión de alegría, que hacía pensar en el festejo de un gol, al saber que tendrían la posibilidad de confesarse. Es difícil olvidar a esa gente que prefiere confesarse de rodillas sobre la tierra, pudiéndolo hacer sentados cómodamente en una silla, y más aún cuando quienes hacen esto son mujeres embarazadas, ciegos, ancianos, etc. Gente que se sacaba los zapatos al acercarse al lugar de la confesión, en señal de reverencia al sacramento. Asombra verlos practicar con el coro durante largas horas ininterrumpidas, incluso a la luz de la luna, para poder cantar mejor en la Misa del día siguiente. Curiosamente, cantaban y practicaban un himno cuyo texto decía: “¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del que trae buenas nuevas, del que anuncia la paz, del que trae las buenas nuevas de gozo, del que anuncia la salvación, y dice a Sión: Tu Dios reina!” (Is 52,7). Más llamativo aun es escucharles decir y repetir enfáticamente: “por favor regresen, recen con nosotros en la lengua que ustedes sepan, pero recen con nosotros…”.

No sorprende demasiado entonces que, durante el transcurso del siglo veinte, el número de católicos en el continente africano haya pasado de 1,9 a 130 millones, lo cual equivale a un 6,708 por ciento de crecimiento. Y la tendencia de crecimiento no disminuye sino que sigue aumentando, sea por el número de nacimientos como por el de conversiones.

Nuestros padres en Ushetu, al igual que las Servidoras, están haciendo una obra verdaderamente fantástica. Correspondería escribir otra circular sobre el trabajo de nuestros misioneros, pero me remitiré para esto a las crónicas y las fotos que incluso se pueden encontrar en el blog de la misión.

Al acercarse la fecha de los primeros 30 años de la fundación del Instituto, con el trasfondo de la misión en Ushetu, vienen a la mente muchos pensamientos, fundamentalmente de profunda gratitud, y por consiguiente de humildad, de esperanza y de confianza en los caminos inescrutables de la Providencia. Por la gracia de Dios, y la respuesta generosa de nuestros misioneros, a lo largo de estos 30 años, el Instituto se ha desarrollado y expandido de un modo que hubiera sido inimaginable en los comienzos.

Es Dios quien nos llevó a Ushetu, ese lugar tan especial. Y también nos llevó a otros lugares, que, como Ushetu, revisten alguna dificultad particular. Estando en África, realmente no podía no pensar en algunas misiones a nosotros confiadas, tales como Vanimo (Papúa Nueva Guinea), Santa Rosa y Charity (Guyana), la Franja de Gaza y Beit Jala (Palestina), Alepo (Siria), Bagdad (Irak), King Mariut, El Fayum y Alejandría (Egipto), Anjara (Jordania), Kalmet (Albania), Skadosk (Ucrania), Groenlandia (Dinamarca), Reykjavík (Islandia), Omsk y Jabarovsk (Siberia, Rusia), Dushanbe (Tayikistán), Shymkent (Kazajistán), Bagong Barrio (Filipinas), Chiquitos y Oruro (Bolivia), Cotahuasi, Chuquibamba y Cabanaconde (Perú), El Guasmo y El Gualel (Ecuador), Vila Guacuri (Brasil), La Pintana (Chile), Los Juríes (Argentina), Ciudad del Este (Paraguay), y muchas otras. Asimismo, pensaba en otro tipo de misiones en las que trabajamos y cuyas dificultades son tal vez menos palpables a primera vista, pero que no por ser más sutiles son menos reales, en las que se debe llevar a cabo la obra de la nueva evangelización, con todos los desafíos que esto comporta.

Uno de los aspectos más atractivos de la Iglesia es su carácter misionero. Por su misma naturaleza, la Iglesia es misionera (cf. Ad gentes 2), lo cual está estrechamente relacionado con su carácter católico y  apostólico.

Pero el hecho que la misión sea siempre tan atractiva no significa que al mismo tiempo no comporte sacrificios. Al contrario, la misión es un testimonio, un verdadero martirio incruento, con la posibilidad, a veces muy real, de que se transforme en martirio cruento. Las cifras de los mártires, particularmente a partir del siglo veinte, hablan por sí solas en este sentido.

Es por esto que nosotros tenemos el deber de recordar y reconocer a aquellos que han anunciado el Evangelio, como también a los que lo hacen en este momento, según nos amonesta la Escritura: “acordaos de vuestros pastores, que os predicaron la palabra de Dios, y considerando el fin de su vida, imitad su Fe” (Hb 13,7). No hemos de olvidar nunca que somos tributarios de la misión apostólica de la Iglesia, de la predicación y del testimonio de tantos de sus hijos más preciados.

Por todo esto, vaya aquí nuestro más sincero respeto, sentida gratitud y profunda admiración hacia todos nuestros queridos misioneros que, de un modo u otro, han hecho realidad en su vida aquello que indicaba el P. Jerónimo Nadal, en relación a los hombres de su Orden:

“Se debe notar que en la Sociedad [Los Jesuitas] hay distintas clases de casas o moradas. Estas son: la casa de la probación, el colegio, la casa de los profesos, y el viaje – y por este último el mundo entero viene a ser (nuestra) casa”[1].

Muy frecuentemente tenemos el agrado de escuchar de nuestros misioneros: “estoy disponible para ir donde haga falta”. Y cuando hacen falta misioneros para un lugar difícil, por gracia de Dios, nunca faltan quienes se ofrezcan. Por el contrario, en consonancia con nuestra espiritualidad y buscando imitar las virtudes mortificativas de Cristo en la Encarnación (cf. Const. 11), para nuestra edificación, no hace falta esperar para que los ofrecimientos lleguen desde los cuatro puntos cardinales. El mundo entero, al que se ha de predicar el Evangelio, efectivamente se transforma de este modo en la casa de nuestros misioneros. San Luis María, en su súplica ardiente pedía precisamente esto mismo: “Liberos: sacerdotes libres con tu libertad, desapegados de todo… sin bienes, sin estorbos ni preocupaciones, y hasta sin voluntad propia… Liberos: hombres siempre disponibles… siempre prontos a correr y sufrirlo todo contigo y por tu causa, como los apóstoles: ‘Vamos también nosotros a morir con Él…’”.

Al celebrar estos primeros 30 años de nuestro pequeño Instituto, no puedo dejar de hacer mías las palabras del Beato Paolo Manna, referidas a los miembros del PIME:

“Admiro, amo, venero este Instituto nuestro ya que más que un Instituto de misioneros, es un Instituto de lanzados al martirio, no al martirio de sangre, que se acaba con una muerte pronta y gloriosa, sino muchas veces a un martirio prolongado, escondido, penoso, que mina lentamente – ¡y no siempre tan lentamente! – las existencias preciosas, generosas de tantos de sus miembros”[2].

¡El 25 de marzo nos uniremos en una acción de gracias que, con “un corazón y un alma sola” (Act 4,32), elevaremos hacia el Cielo desde los cuatro puntos cardinales!

Confiemos de un modo especial a la Madre del Verbo Encarnado, bajo la advocación de la Virgen de Luján, y al Beato Juan Pablo II, que próximamente será canonizado, a todos nuestros misioneros, nuestras obras y proyectos. Y Que Dios nos dé a todos la gracia de estar a la altura de nuestra llamada.

En el Verbo Encarnado y su Santísima Madre,

P. Carlos Walker, IVE

Superior General

http://superiorgeneral.verboencarnado.net 

 

Tags: , , ,

Carta circular: Oraciones por algunas misiones “de frontera” del Instituto

Posted by P. Carlos Walker, IVE on enero 31, 2014
Documentos / No Comments

Acilia, Roma, 30 de enero de 2014

Queridos Provinciales,

El sábado 25 de enero, el P. Federico Highton me mandó un breve relato de su conversación con el Santo Padre, luego de haber concelebrado la Santa Misa con él en la Domus Sanctae Marthae el pasado lunes 20.

Durante el transcurso de los últimos meses, varios de nuestros misioneros han tenido la oportunidad de concelebrar la Santa Misa con el Santo Padre o de saludarlo. Muchos de ustedes posiblemente habrán escuchado de algunos de estos encuentros, y de las palabras elogiosas y de aliento del Papa, especialmente  por aquellas misiones nuestras que él llama “de frontera” en la Iglesia.

Hablando de nuestras misiones en “las fronteras”, quisiera pedirles oraciones muy especialmente por nuestros misioneros. Me refiero a todos ellos, pero en este momento muy especialmente a los padres que están en Siria, en la franja de Gaza, en Bagdad y en Egipto. También, por otra parte, les pido que recen por nuestros padres en Ucrania donde, como saben, en estos momentos se vive una situación muy tensa y delicada que podría desembocar en una guerra civil.

Además de pedirles oraciones, aprovecho para contarles que, desde hace unos días, he logrado comunicarme con los padres que misionan en estos lugares difíciles, que al presente están en guerra. Por ejemplo, hasta ahora me había resultado prácticamente imposible comunicarme con los padres en Siria pero ahora, por gracia de Dios, he podido hacerlo por otros medios. Cuando ellos tienen luz uno se puede comunicar, de modo que a veces hay que intentarlo hasta encontrarlos (se les puede mandar un mensajito y al verlo ellos responden). Es muy edificante escuchar algunos detalles de la vida diaria de los padres en Siria: Adoración con la gente, rezo del Rosario y luego la Santa Misa. Todo esto lo realizan a la luz de una lamparita con un cable prestado de los vecinos.  A pesar del frío, de la falta de luz y de la dificultad de hacer muchas actividades, se organizan para hacer diversos apostolados, como sabemos por sus crónicas. Por supuesto, tratan de no salir mucho a la calle, a no ser que sea indispensable. Me decía el P. Rodrigo Miranda que en estos días han tenido bombardeos en la misma zona de ellos. Semejante es la situación que viven a diario nuestros padres en Gaza, donde es sabido que la situación es sumamente difícil. Asimismo, en Bagdad últimamente ha habido un gran recrudecimiento de la violencia.

Nuestros padres están dando testimonio de Cristo en estos lugares que son extremadamente difíciles. Los invito a que se comuniquen con ellos por email u u otros medios. No hace falta decir que, para ellos, poder comunicarse con uno de nosotros es muy importante.

Me despido con un gran abrazo en Cristo y María, deseándoles muchas felicidades en el día del religioso que se celebrará próximamente.

P. Carlos Walker, IVE

Superior General

Tags: , , , , , , ,